El último dato confirma que el IPC en España cerró octubre en un 3,1 por ciento, ligeramente por encima del mes anterior. La inflación subyacente volvió a subir y se situó en el 2,5 por ciento, lo que muestra que las tensiones de precios siguen presentes. Aunque a veces pensamos que la inflación depende sólo de lo que pasa aquí dentro, la realidad es bastante más amplia. Una parte importante de ese aumento viene del exterior, del coste de la energía y de los productos que importamos. Eso es lo que llamamos inflación importada, un concepto que parece técnico pero que afecta directamente a tu bolsillo.
Cómo la energía y la globalización empujan al alza el IPC
Si miras con calma la factura de la luz o los precios en la gasolinera te das cuenta de que hay algo que no controlamos del todo. La electricidad y el gas siguen moviéndose en mercados internacionales y cuando esos precios suben fuera terminan subiendo aquí también. En los últimos meses la energía ha repuntado con fuerza, con subidas relevantes tanto en electricidad como en carburantes. Aunque parte de ese movimiento responde a efectos base, el resultado final lo acabas pagando igual. Cuando las empresas asumen costes energéticos más altos lo trasladan a transporte, bienes y servicios. Esa cadena termina reflejándose en el IPC.
La globalización añade otra capa a este efecto. No sólo importamos materias primas, también componentes y productos terminados. Si el coste logístico aumenta o si un material esencial sube en origen, los precios se ajustan en cascada. Además, el tipo de cambio juega un papel decisivo porque si compras en una moneda que se ha encarecido frente al euro, el precio final se mueve incluso aunque la demanda local esté estable. Todo esto hace que buena parte de la inflación que vemos no se origine en España, sino que la recibamos de fuera aunque no lo percibamos de forma tan directa.
Es curioso porque a veces pensamos que la globalización abarata, pero en momentos de tensiones energéticas o rupturas de suministro puede provocar el efecto contrario. Tú notas ese impacto cuando hay repuntes en artículos básicos, en costes de movilidad o incluso en servicios que dependen de proveedores internacionales. En definitiva, aunque no lo veas, la inflación importada se cuela en tu carro de la compra sin pedir permiso.
Qué puedes hacer para entenderla y anticiparte en tu día a día
Comprender que parte de la inflación viene del exterior ya te da una ventaja. La cuestión siguiente es cómo reaccionar. No puedes controlar los precios internacionales, pero sí puedes ajustar decisiones para que te afecten menos. Un primer paso es revisar cuánto dependen tus gastos principales de bienes importados o energía. En un hogar puede ser la luz, el combustible o ciertos productos que siempre suben cuando hay tensiones globales. En una empresa pueden ser materiales, logística o componentes externos.
También conviene tener presente el efecto del tipo de cambio porque influye más de lo que parece. Si el euro pierde fuerza frente a otras monedas, aquello que compramos fuera se encarece aunque el producto no haya cambiado. Esto explica por qué a veces el IPC sube más rápido de lo que esperabas. A partir de ahí puedes tomar medidas prácticas. Revisar si te conviene cambiar la tarifa energética, mejorar eficiencia o buscar alternativas más estables. Si tienes un negocio quizá puedas renegociar proveedores o ajustar el calendario de compras para evitar los picos de precio. Y si eres consumidor, comparar tarifas, vigilar consumos y anticiparte a los meses de mayor presión ayuda más de lo que parece.
Para simplificarlo, puedes apoyarte en un esquema sencillo. Primero identifica qué gastos dependen del exterior.
Segundo controla cómo se mueven los precios energéticos y el tipo de cambio.
Tercero ajusta tus decisiones en función del momento, por ejemplo adelantando compras estacionales o cambiando de proveedor cuando los costes externos aprietan.
Cuarto mantén un seguimiento periódico del IPC porque muchas veces es el primer indicador que te avisa de que algo está cambiando fuera y puede afectarte dentro.
Lo importante es que entiendas que la inflación importada no es un concepto lejano. Es parte de tu día a día, la ves en los precios aunque no sepas exactamente de dónde viene. Y cuanto antes interiorices ese mecanismo más fácil será que tomes decisiones razonables para proteger tu bolsillo. No se trata de obsesionarse, se trata de estar un paso por delante y no dejar que lo que ocurra fuera te pille sin margen de reacción.
